En general no soy muy sociable. Prefiero comer sola, con mi serie de turno (hace años era el libro de turno :P), que con gente que no conozco o que conozco poco. Así que apuntarme a cosas como las twittloquesea me da muchísima pereza: si quiero quedar con twitters que conozco, quedo y punto. De hecho, no hay ejemplo mejor que el del lunes: @m4tti y @cukilulu estaban de visita en Barcelona, y bastaron unos cuantos tweets para organizar una twittStarbucks esa misma tarde, con @xeotico, @tonimaquero, @malegrya, @lorenacaes, @guihidalgo, la parejita mallorquina y Montse 1.0. Para asombro de Montse 1.0, todos nos conocemos por internet (o por una garantía :P), quién me lo iba a decir hace años, pero sí, tengo amigos de internet con los que incluso me voy de viaje (repetidas veces :P).
Alguno me dirá “y el EBE?”. Bueno, para mí es distinto. Sería lo mismo si me lo planteara en plan “venga, me voy a Sevilla a conocer a todos los bloggers que vayan”, pero no, para mí el EBE es la excusa para ver a gente (que conozco, aunque sea digitalmente) que vive lejos y que de otra manera es difícil quedar. Aunque este año ya no voy, he ido dos años y el segundo acabamos en plan sectario el Comando Barcelona y el Maño Loco… y para eso ya quedamos en otro sitio… Londres, París, donde sea xDD
Pues eso, que si me dicen de ir a la twittloquesea… pues no. Como me comentaba @csupiot la semana pasada, lo único que tenemos en común con esa gente es usar la misma herramienta, y no se hacen quedadas de usuarios de Word, no? 😛 En cambio, quedar con gente con la que interactúo cada día por esa herramienta sí tiene sentido. Y así es como el finde pasado fue desvirtualizador.