Anteriormente, visitamos Dublín y los Acantilados de la Locura. Con esta tercera entrega finalizan las crónicas de Irlanda.

Lunes 24.09.2007

El lunes tocaba ir a Belfast, y después de comprobar la calidad de las carreteras de Irlanda y lo fácil que resultaba circular por ellas, íbamos con un poco de miedo. Esta vez, sin embargo, fue bastante fácil llegar a nuestro destino. Para empezar, el hotel estaba al norte de Dublín, muy cerca de la autopista que teníamos que tomar (la A1), que además llega hasta el mismo Belfast (y por suerte, no nos la cortaron). Ni siquiera nos enteramos cuando cruzamos la frontera, una señal de límite de velocidad con un mph debajo del número fue el primer indicio de que estábamos en el Reino Unido. Y menos mal que la vimos, porque en las siguientes ya no lo ponía! Aunque claro, un límite de 60km/h en una autopista no tiene mucho sentido, pero sí 60mph (~100km/h)…

También grabé unos vídeos de este viaje, pero como he dicho, no fue nada accidentado, así que el montaje me ha quedado cortito. A destacar que justo al final del vídeo, cuando salimos de la autopista (por la izquierda, claro) y giramos a la derecha (esto ya no se ve), Salva se metió en dirección contraria. Era una vía de sentido único, por lo que estábamos a la derecha para girar, pero la vía a la que nos incorporábamos era de doble sentido, y por instinto, Salva giró y se metió en el carril más cercano a la derecha. Por suerte, su semáforo estaba en rojo, pudimos movernos hacia un cebreado y cuando se puso en verde nos dejaron tiempo para incorporarnos al carril correcto (deben de estar acostumbrados a que los extranjeros se metan en dirección contraria :P).

Después de aparcar, fuimos a la oficina de turismo… donde la filosofía era la misma del aeropuerto de Dublín. En este caso ni siquiera nos dieron nada, nos señalaron una pared donde había folletos turísticos y au! Cogimos algunos y salimos a pasear por la ciudad, pero no teníamos ni idea de dónde ir. Al final paramos para comer, y así revisar los folletos y decidir qué visitar. Fuimos al Ulster Hall, la Grand Opera House, el City Hall, el río, el Albert Memorial Clock, St Anne’s Cathedral (sólo por fuera, habían cerrado hace 1 minuto :S), una plaza dedicada a los escritores… fue una visita rápida.

Arco

Como datos curiosos, las líneas en zigzag de las calles, y el nombre del cybercafé del centro comercial donde aparcamos el coche. Por cierto, que esta visita a Belfast la hicimos sin una libra en los bolsillos, y tampoco nos hicieron falta (puedes tirar de tarjeta… hasta para comprarte un simple zumo del Marks & Spencer! :P), salvo para pagar el parking (que nos salió a 9£ de nada…), Salva tuvo que sacar 20£ y la máquina le devolvió 11 monedas de 1£… menos mal que en diciembre las gastaría en Londres!

A la vuelta el tiempo no acompañó, a ratos llovía y a ratos diluviaba, pero por lo menos vimos el Arco Iris. El viaje se desarrolló sin incidentes hasta que llegamos a Dublín. En la ida no habíamos pagado peajes, así que cuando vimos una señal de peaje salimos por la siguiente salida, que también ponía Dublín. Justo después de la salida había una rotonda, con 3 salidas, de las cuales una indicaba la A1 hacia el norte (de donde veníamos!) y las otras 2, unos pueblos que no recuerdo (pero ninguno era Dublín). Y cuando ya estábamos completamente perdidos (he dicho que las carreteras irlandesas son parcas en indicaciones? No conseguíamos ni saber dónde estábamos para buscarlo en el mapa!), se puso a diluviar. Paramos cerca de un Spar y fui corriendo (calándome completamente) a preguntar cómo ir a Dublín, y la dependienta me respondió “pero si esto es Dublín!” (tenía más pinta de un suburbio a las afueras, pero bueno). Vale, pues cómo se va al centro? Y empezó a explicarme, que si tira recto, en una rotonda la tercera salida, luego hay otra rotonda y tiras a la izquierda, blablabla… pero no supo decirme qué indicaciones seguir (ah, claro, lo olvidaba! Pero si no hay!).

Seguimos moviéndonos sin tener ni idea de hacia dónde íbamos, hasta que en un semáforo, Salva le preguntó a un taxista que se paró a nuestro lado si íbamos bien para el centro de Dublín. Menudo respiro cuando nos dijo que sí! Después de un rato empezamos a notar el bullicio de la ciudad, y luego Salva reconoció los edificios financieros que habíamos visto el sábado, a partir de ahí ya sólo nos quedó investigar qué ruta era la óptima para volver al hotel.

Para variar, estábamos agotados, así que cenamos 4 porquerías que habíamos comprado en Belfast (lo mejor de ir a UK es probar los miles de sabores de patatas, sandwiches, bebidas, etc., diferentes que tienen) mientras veíamos El Truco Final. La había comprado en DVD el día de la Bowling & Blogs. Es el tercer DVD que he comprado sin haber visto la película previamente, y es bien cierto que a la tercera va la vencida, pues si Amélie y Nueve Reinas me encantaron, ésta nos pareció una mierda: los sucesivos giros son cada vez más previsibles, y el final está fuera del alcance de mi capacidad de suspensión de la incredulidad (atención, SPOILER!): máquinas clonadoras? Gemelos sacados de la manga? Anda ya!

Martes 25.09.2007

La primera misión de la mañana era devolver el coche a la Europcar. Fue el último trayecto, y el menos traumático: sólo nos equivocamos en una calle (pero rápidamente encontramos el camino).

Después, nuestra intención era visitar la Guinness Storehouse, y como el domingo habíamos visto una oficina de turismo cerca de la Europcar, fuimos a preguntar qué autobús coger para llegar allí (la Europcar está bastante al sur del centro, y la Guinness bastante al oeste, aunque no tanto como el parque Phoenix). Eran las 9:45h y todavía no había nadie (según el cartel, abrían a las 9:30h). Allí cerca había una parada de autobús, vimos que el 10 iba al Phoenix Park y pensamos que quizás nos iba bien, cuando pasó uno le preguntamos al conductor y nos dijo que subiéramos. Pero nos dejó en Temple Bar y nos indicó cómo ir a la oficina de turismo de allí (la de la iglesia reformada). Al final casi fue mejor, porque aparte de indicarnos el número de autobús, también vendían entradas para la Guinness, por lo que nos ahorramos la cola una vez allí.

La fábrica en general fue una decepción, pues la visita es libre (sin guía) y no es nada interactiva, es prácticamente un museo tradicional. La gracia es que en el último piso tienen el Gravity Bar, con vistas 360º a la ciudad, donde te regalan (si los 14€ de la entrada no te parecieron un timo :P) una pinta de Guinness. Por cierto, la entrada no es un trozo de papel, sino una pastilla de vidrio con una gota de Guinness dentro y una anilla de plástico enganchada, esto último es lo que retiras y entregas para que te den tu Guinness, el resto te lo quedas de recuerdo. Yo hice trampa y me pedí un Sprite, que la cerveza negra no va conmigo. En cuanto a las vistas, teniendo en cuenta que Dublín no es nada del otro mundo, que es más bien una ciudad gris, tampoco es que sea una maravilla disfrutar de ellas. Además, había pocos sofás en que sentarse, y obviamente cuando llegamos todos estaban ocupados, ocupando también todo el espacio de la cristalera, así que era algo difícil hacer fotos.

Pero hubo 3 cosas que me parecieron curiosas de la fábrica: la forma de la parte central, que parece una pinta de Guinness; un sitio donde podías colgar una tarjetita con tu nombre (o lo que quisieras), que nos brindó a Salva y a mí un pequeño momento spam; y el contrato original de arrendamiento del fundador de la fábrica, firmado en 1759 por la friolera de 9000 años, que conservan en la entrada.

Contrato de arrendamiento

Volvimos al centro, a comprar 4 regalos más, pero enseguida volvimos al hotel a buscar las maletas. Llegamos al aeropuerto con 2 horas y media de antelación, y menos mal, porque la cola para facturar era infinita, estuvimos allí una hora! Había 2 mostradores, pero en lugar de hacer una cola única, y una vez estás al principio ir al mostrador que quede libre antes, te obligaban a hacer una cola para cada mostrador, con lo que si te tocaba la tonta, resulta que alguien que había llegado más tarde que tú acababa facturando mucho antes. Después fuimos a comer algo, y entre unas cosas y otras, acabamos llegando a la puerta de embarque justo cuando estaban abriendo el embarque. Llegamos puntualmente a las 21:15h a Girona, donde nuestras maletas salieron rapidísimamente. Fuera nos esperaba Pere, el hermano de Salva, que nos llevó hasta Mataró. Allí cogimos el coche de Salva y me llevó a mi ahora ex-casa.

Del último día en Dublín también hay vídeo, allá va:

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Y hasta aquí las crónicas irlandesas. La verdad es que Irlanda en general no nos gustó mucho, Dublín en particular nos pareció una ciudad bastante sosa a la par que caótica en cuanto al tráfico (no había prácticamente semáforos, cruzar la calle era un peligro!), las carreteras un desastre… Pero el viaje valió la pena, sólo por los acantilados. Si alguna vez volvemos a Irlanda, no será a Dublín, sino a recorrer el país y ver los bonitos paisajes… y volver a Moher, por supuesto.

Podéis ver las fotos en Flic y los vídeos, en Vimeo.

2 comentaris a “the irish chronicles (y III)”

  1. MacGuffin va dir...

    Os faltó lo más emocionante que me pasó a mí el último verano que estuve en Irlanda, hace como unos 10 años: Que una amenaza de bomba corte tooodo el centro de Dublín y veas soldados por todo el puente de O’Connell. Lo mejor es enterarte en el autobús, y porque el conductor avisa por megafonía. Luego fue falsa, pero bueno… 🙂

  2. Lady Madonna va dir...

    Joder, qué miedo, no? Nos llega a pasar eso yendo en coche y no sé dónde hubiéramos acabado!! :S

    salu2

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