Voy a contar una historia a ver qué conclusión sacamos. Todo hipotético eh?
Hace tiempo decidí comprarme un secador de pelo nuevo. Ya tenía uno bastante bueno y no lo utilizaba apenas, pero quería uno pequeñito para poder llevarme de viaje. Como no tengo mucha idea de secadores y no quería perder mi precioso tiempo buscando los modelos que había en el mercado y comparando características y precios, le pedí a mi amiga Laura (que es peluquera, y por tanto entiende del tema, y le gusta buscar cositas por Internet) que mirara por ahí y me dijera cuál le parecía mejor.
Todo esto fue en Septiembre, le pedí a Laura que me hiciera un estudio preliminar porque me iba a Andorra, y aunque no pensaba comprármelo entonces, sí quería tener una idea de si eran más baratos allí para subir otra vez a comprarlo. Entonces vi que mucha diferencia no había (no tanto como para que valiera la pena ir hasta allí). De todas maneras decidí esperar hasta Navidades a ver si sacaban nuevos modelos de secador.
Llegaron las Navidades y por supuesto le volví a pedir a Laura que me hiciera otro estudio con las novedades del mercado. Ella, como le encantan estas cositas y es tan aficionada a Internet, buscó todo lo que yo quería y acabó recomendándome uno por la relación calidad-prestaciones-precio. Me explicó características de varios, y sus pros y contras, pero no le hice mucho caso. Al final, no recuerdo por qué, no llegué a comprarme el secador en Navidad.
Hace poco me fui a los carnavales de Albacete. Como todo el mundo sabe, allí las cosas suelen ser más baratas, así que pensé (siempre pensando en el dinero eh?) “ésta es mi ocasión”. Como no me había molestado en leer ninguno de los informes de Laura, le pedí que me volviera a recomendar un secador, y ella volvió a bucear en Internet y me dijo cuál le parecía mejor. Y resulta que justo el día que me voy, la marca anuncia un nuevo modelo que viene a sustituir el que tenía claro que iba a comprar! Ay, qué hago? Llamar a Laura. Ella busca por Internet y me dice que lo acaban de anunciar, así que es probable que todavía no esté en las tiendas. Además, por la nota de prensa de la marca, se ve que es un clon del antiguo pero con un poco más de potencia. Así, me voy para Albacete convencida. Eso sí, como todavía no tengo secador me llevo el de Laura, como hago en todos mis viajes.
Llego a Albacete y en muchas tiendas me dicen que pueden conseguirme el modelo nuevo, y muy barato! Pasan los días y no lo pido en ninguna tienda porque espero encontrar “la gran oferta”. Al final el fin de semana se me tira encima y no tengo secador. El martes es fiesta, el lunes muchas tiendas hacen puente y el miércoles ya vuelvo a Barcelona. El lunes ya empiezo a darme cuenta que las tiendas que decían que me lo conseguían sólo estaban dándome un cebo para que al final, desilusionada por no poder comprarme el secador que quiero, les compre cualquier modelo.
Vuelvo a Barcelona, y sin secador. Le devuelvo el suyo a Laura y le digo que por la noche y bajo ciertas condiciones ambientales su secador no tiene mucha potencia. Respecto al mío, ya me espero a que empiecen a vender el modelo nuevo, así seguro que el viejo bajará de precio. Una tarde de sábado me voy a dar una vuelta por el centro de Barcelona. Es curioso, en tiendas donde no venden la marca que me interesa me dicen que esa marca no es buena, que esa marca no se dedica a hacer secadores (fabrica muchas cosas: secadores, calculadoras, relojes…) y que por lo tanto no los hace tan bien como otra marca que sólo fabrique secadores.
Me encuentro a Laura por el pasillo y se lo suelto, así: “He estado en tiendas por ahí, y lo que me han dicho es zapatero a tus zapatos, y como la marca que tú dices no es de secadores no hará secadores tan buenos. Me tienes que hacer otro estudio de los tuyos”. Laura se niega. Qué borde!
Este es el fin de la historia hipotética. Ahora cambiad el secador por una cámara de fotos, la marca misteriosa por Casio (más sobre la historia de los modelos aquí), Albacete por Tenerife, el yo de la historia por mi padre, y Laura (que por cierto sí es peluquera y sí es mi amiga, y también vecina) por yo misma, y tendréis una historia real. La última conversación fue el sábado pasado, literalmente me encontré a mis padres en el portal de casa, ellos llegaban y yo me iba a Mataró (con prisa por llegar al tren), y mi padre me soltó lo de que Casio no es una casa de cámaras. Oh, acaba de descubrir América!
Cuando yo empecé a barajar la idea de comprarme una cámara digital, las más conocidas eran las Casio Exilim (entonces andaban por la Z3), en la primera tienda que pregunté me comentaron eso mismo, que Casio no es un fabricante de cámaras, y que por eso monta lentes Pentax en sus cámaras (esto era así hace un par de años, ahora creo que no todas las lentes son Pentax). Y me enseñaron una cámara muy parecida, con una pantalla un poco más pequeña (pero que gastaba menos batería, claro), exactamente la misma lente, un poco más pequeña en conjunto… y más barata. Sí, era mi (futura) pequeña Pentax Optio S. O sea que yo conocía ese pequeño detalle. Pero lo que yo les comenté hace tiempo en la primera de las tres (no una ni dos, señores, tres!) veces que navegué por webs especializadas como quesabesde o DPReview para obtener información de diferentes modelos, es que la Casio era quizás la que mejor relación calidad-prestaciones-precio tenía. Por prestaciones entiendo tanto especificaciones (que tenga opciones manuales o no, máxima y mínima apertura y velocidad, etc.) como pijadas (funcionalidades añadidas, como el Best Shot de Casio).
Después de ese encuentro en el portal mi padre no volvió a comentar nada del tema… hasta ayer. Llego a casa a comer, y la conversación fue tal que así:
– [mi padre] Qué tal el trabajo?
– [yo] Bien, como siempre.
– Has mirado mucho Internet?
– Sí, como siempre. [he dicho que no tengo mucho trabajo?]
– Y qué has mirado?
– [ya sé por dónde va, pero me hago la tonta, si quiere algo que lo pida] Pues lo de siempre, blogs.
– Y ya está?
– Hombre, qué más quieres que mire? [aquí se lo he dejado a huevo eh?]
– No sé…
Y se calla. Poco después acabamos de comer y me pongo con mi madre a hacer las galletas-puzzle. Mi padre vuelve a hablar:
– Me has mirado lo mío?
– [ay qué tonta soy, no me entero de nada!] Lo tuyo? Qué es lo tuyo?
– Lo de la cámara. [ahí, al final lo dijiste eh?]
– [con tranquilidad] Te dije que no iba a volver a mirarte nada.
– Hay que ver, qué egoísta eres.
– Egoísta? Perdona, te lo he mirado tres veces. Y la última fue hace menos de un mes, que la cosa no ha cambiado tanto desde entonces eh?
– Bueno, bueno, cómo te pones…
– Sí claro, como no tengo razón… Si luego no me vas a hacer caso para qué tengo que mirar nada? Para que además luego descubras la pólvora.
– Eh? De qué hablas? [ahora está amnésico, le pasa muy a menudo… cuando le interesa]
– De lo del sábado. [sigue sin “recordar”] De aquello de que Casio no es una marca de cámaras. Te recuerdo que tienes un piano Yamaha y un Saxo Yamaha, y qué fabrica Yamaha? Motos. Si me hubieras escuchado desde el principio verías que te hablé de varias cámaras, con sus pros y sus contras, y que al final me decidí por esa por el average. Pero allá tú.
– Entonces no vas a mirar nada?
– No, ya te lo dije.
– Vale, lo tendré en cuenta.
Que tendrá en cuenta qué? Ahora resulta que soy mala malísima porque no le hago a él el trabajo. Porque lo más coherente si te interesa comprar algo no es encasquetarle el trabajo de investigación a otro, sino currártelo tú solito. Y si del tema no tienes ni idea pues buscas en páginas especializadas, preguntas por las tiendas… y entonces sí, las dudas que tengas se las preguntas a alguien que sepa un poco más que tú. Y yo tampoco es que sea una experta, pero cuando estaba buscando información para comprar mi propia cámara encontré un par de páginas (las nombradas arriba) muy útiles. Soy aficionada a la fotografía pero mi cámara no es nada profesional, básicamente quería una cámara pequeña que pudiera llevar a todas partes y por eso tuve que sacrificar algunas características (como los controles manuales, por ejemplo).
Lo indignante es que él suelta las puyitas muy tranquilo, pero yo no soporto que me ataquen sin razón y me altero. Porque es injusto. Y lo más injusto es que mi madre calle. De todas maneras, es fácil saber cuándo mi madre cree que yo tengo razón en alguna discusión con mi padre: si calla, está de mi parte; si cree que mi padre tiene razón, me recrimina lo que yo haya hecho mal (o defiende su postura directamente). Por eso me da aún más rabia que calle. Y por eso he explicado la historia cambiando los agentes, para que no parezca una pataleta de niña contra sus padres. Porque no lo es.
Por cierto, cuando decía en la historia hipotética que al volver de Albacete me había quejado del funcionamiento del secador, era cierto. Lo primero que hizo mi padre al devolverme la cámara, en lugar de darme las gracias, fue decirme que de noche las fotos habían salido muy oscuras. Para empezar, de nada. Y para continuar, si no tienes ni idea de fotografía cállate, no le eches la culpa a la cámara!
Lección básica de fotografía: si dejamos que la cámara elija los parámetros (modo automático) de la foto en un lugar con poca luz, ella confiará en el flash para iluminar la escena. Si el objeto a fotografiar no está en el alcance del flash (apenas unos pocos metros), inevitablemente saldrá oscuro. Mi cámara no tiene controles manuales, con lo cual controlar la exposición es difícil, lo único que puedes hacer es quitar el flash. Con esto, la cámara disminuirá la velocidad de obturación para que entre más luz en el objetivo. El problema es que entonces la foto saldrá movida, por lo que sólo hay dos soluciones: ir con el trípode a todas partes, o intentar moverse lo menos posible (el truco es agarrar la cámara con las dos manos, apoyar los codos al cuerpo, coger aire y aguantarlo… y darle al botón).