Dentro de 4 días hará 10 años que hice mi primer pastel, que puede considerarse el germen de mi afición a la repostería. Hoy hace 4 años que los Reyes me trajeron Pan Casero (grandioso libro de Ibán Yarza, puro amor por el pan), que tiene la culpa de mi fascinación por el pan (aunque antes de eso ya había hecho cosillas con masas fermentadas).
Siempre digo que los pasteles son fáciles: mezclas una serie de ingredientes (el único truco es ser exacto con las cantidades), lo metes al horno a la temperatura adecuada durante un tiempo determinado y listo. A partir de aquí, te puedes complicar la vida lo que quieras: desde nada (vivan los Bundts!) hasta montar un layer cake y decorarlo con puntitos o rosas (el de las rosas era para el cumple de la hija de unos amigos, otra amiga les preguntó dónde lo habían comprado :D).
Pero el pan es alucinante. Mi cabeza explota cuando pienso en que mezclas harina, agua y levadura, y sin hacer apenas nada, se convierte en pan (magia!). Con su corteza crujiente y su miga esponjosa. Pero a partir de aquí también te puedes complicar muchísimo: desde la pizza (sin amasado), los molletes (el amasado consiste en 4 pliegues, pierdes más tiempo esperando entre pliegues que amasando :P) o los baozis (aquí sí hay que amasar, pero es una masa súper manejable, no se pega nada desde el principio) hasta los bollos de cardamomo (aquí la masa se pega un poco a las manos) o el pan-pan (en este caso la complicación venía al añadir las semillas, la masa se hace inmanejable y eso me desespera).
O el roscón de Reyes.